
Emely Arroyo and Jocelín Mariscal
Mi nombre es Jocelín, soy parte del staff de AFSC y hoy escribo desde la ciudad de Tijuana. En México dicen que aquí empieza la Patria, pero acá también termina o empieza algo más, a veces sueños, a veces realidades, y esto aplica muy particularmente para las personas migrantes. Tijuana está ubicada en el norte de México colindante con Estados Unidos; vivo en un territorio fronterizo atravesado no solo por un muro, sino también por expresiones de solidaridad, oportunidad y, a la vez, por el racismo y la discriminación.
A esta “esquina” de México llegan personas migrantes de todos los lugares imaginables del mundo, por las razones más variadas que pudiera haber, desgarradoras en su mayoría. Mi trabajo en AFSC me ha enseñado que, aunque es difícil aferrarnos a la esperanza de que algo puede ser mejor para las personas por las cuales trabajamos, a veces, un simple gesto como servir un café puede cambiar el curso de una vida.
Les quiero contar una historia, en 2024, implementamos en Tijuana un programa llamado “Cortando el Patriarcado” que buscaba enseñar técnicas sobre cortes de cabello a mujeres migrantes y a la vez generar conversaciones sobre sus derechos y las violencias basadas en el género. Se implementó en un albergue.
El primer día se presentaron dos decenas de compañeras migrantes intrigadas de lo que iba a ocurrir. Una de ellas, María, de 60 años de edad, que tenía 5 meses de vivir en este albergue, me abordó con gran autoridad y me dijo “yo no sé hacer nada, estoy grande y ya no puedo aprender nada, pero me dijeron que en este taller nos compartirían café y por eso estoy aquí ¿sí puedo venir por café y tomarlo mientras veo el taller?”, por supuesto le dije que sí.

Emely Arroyo y Jocelín Mariscal
Conforme pasaron los días, mientras tomaba su café me compartió que llevaba 5 meses esperando su cita de CBP One y que tuvo que aplicar nuevamente porque su registro “se había borrado” sin explicación. Ella venía del Estado de Guerrero, de una comunidad cooptada por el crimen organizado. Ella no aprendió a leer ni a escribir, trabajó toda su vida limpiando casas y la mitad de esa vida sufrió violencia doméstica. Sin contar con más opciones, tuvo que huir y recorrer 3,000 kilómetros entre autobuses, extorsiones y otros abusos, hasta llegar a Tijuana, lo más lejos que alguien le dijo que podía ir.
María es mexicana, por tanto, podía trabajar en México, sin embargo, enfrentaba otras barreras: miedo a ser víctima de violencia, discriminación por su edad, por no saber leer ni escribir, por no tener un domicilio fijo. María ilustra el caso de miles de mujeres desplazadas internas, obligadas a migrar por un sistema que las excluyó, que no les ha brindado oportunidades ni las ha protegido ante las múltiples formas de violencia que enfrentan.
María continuó llegando al taller, cada día con una pregunta distinta, incrédula. Un día me preguntó ¿si realmente era posible vivir una vida libre de violencia como lo habíamos conversado en uno de los círculos de la palabra?; también se interesó en conocer sobre sus derechos y los derechos de su familia; y particularmente quería entender qué quería decir esa “rara palabra”: patriarcado.
Unas semanas después, antes de tomar su café, se me acercó y con algo de susto me preguntó en voz baja que si yo creía que ella podía aprender a cortar el cabello. Por supuesto la animé y ese día se integró por completo al espacio, no perdió clases, finalmente se graduó y ella y su familia no cabían de la emoción. ¡Soy estilista nos decía!

Emely Arroyo and Jocelín Mariscal
La historia de María es una historia de éxito y de esperanza. AFSC puso un granito de arena para convencer a María de su valor y de sus capacidades. Para mí, que acompañé el proceso, el mayor regalo fue verla sonreír, cuestionarse su realidad, aprender nuevas habilidades, y reconocer sus derechos.
Aunque las barreras que ha enfrentado María son distintas a las mías, como mujer, me identifico con su frustración, con sus temores, porque mi vida también está llena de desafíos, porque vivo en un país donde el machismo sigue estando muy presente y en donde me toca trabajar más duro para ser reconocida, como profesional, como madre, como humana. Sin embargo, personas como María me inspiran, hacen que mi trabajo tenga sentido. Al final, María siguió diciendo que ella solo iba por café, pero sin duda alguna, se fue con mucho más, yo también.